miércoles, 13 de julio de 2011

Castillos (1ª parte)

 
En su lucha por la supervivencia, el hombre siempre ha necesitado de un techo donde guarecerse, vías para comunicarse y, por supuesto, elementos y estructuras para defenderse. De este hecho vital, surge la necesidad de construir edificaciones que permitan una fácil defensa: recintos amurallados y castillos. Sin embargo, sus atribuciones defensivas pasarán pronto a un plano secundario y los castillos se convertirán así en centros de poder y, sucesívamente, en elementos de prestigio social. Como consecuencia de ello, los usos y la estética de este tipo de edificaciones se verá también modificada.

En el caso de la península ibérica, la situación será algo diferente. A diferencia del resto de Europa, la invasión musulmana y la instauración de un poder centralizado, a partir del año 711, no favorecerán el afloramiento de castillos. Al menos, no serán en estos años los centros de poder adscritos a distintos señores feudales.
En el territorio de Al-Andalus, los castillos surgirán como fortalezas militares bajo el nombre de alcázares. Cada uno de ellos formaba parte de una red, dirigida desde Cordoba, para defenderse de los reyes cristianos del norte. En estos últimos, la dispersión del poder era mayor y, para favorecer la reconquista y la defensa de los otros reinos cristianos, los reyes no dudaron en apoyarse en nobles, que reunían y construian castillos

Imágenes del Castillo de Butrón (Vizcaya), Alcázar de Sevilla y Alcázar de Córdoba.

En futuras publicaciones explicaremos cuales son los elementos que definen un castillo y los tipos que existen.